Nacido en la ciudad de 9 de julio, a 260 Km al oeste de la Ciudad de Buenos Aires, Ariel Tapia se crió en el campo donde trabajaba su padre. Don Jorge Tapia era tambero y tenía 3 hijos Ariel, Julián y Alejandra Tapia.
Con un perfil bajo, Ariel es uno de los exponentes más importantes del Pato, nuestro deporte nacional. A los 4 años de edad ya montaba solo. Hizo la primaria en el pueblo y a los 12 años empezó a trabajar junto a su padre en la Estancia La Guarida.
Comenzó a dedicar su vida de lleno a los caballos, desde temprana edad. A los 13 años era petisero (caballerizo) de la familia Spinacci quienes lo incentivaron para que comenzara a practicar el Pato. Arrancó a jugar a nivel federado a los 15 años junto a Pablo Spinacci, hijo de Dante, su patrón y, ya por aquel entonces, 10 tantos de valorización y figura del deporte. Dante, sería su gran amigo y padrino deportivo.
A los 21 años tuvo su primer hijo, Matías Tapia y luego a los 25 años su segundo hijo, Tomás. El más grande, de 20 años ya, en su debut de Novicio recibió la distinción al mejor jugador del Torneo. También ese mismo año por otras participaciones destacadas recibió el Premio Revelación del año. Actualmente posee 3 tantos de ventaja.
Con 41 años recién cumplidos, Ariel dedica 12 hs diarias a los caballos. Durante 6 meses del año (de abril a septiembre) vive en Inglaterra. Los siguientes 6 meses en Argentina, donde aprovecha la temporada de Alta Ventaja de su máxima pasión: el Pato.
La vida de trabajo nunca fue fácil, aunque él se considera un hombre de mucha suerte. Su amor por los caballos es admirable, igual que el gran conocimiento que tiene de ellos. Primero, viajó por Europa y Sudáfrica como petisero en las temporadas de Polo. Ahora, tiene un trabajo asentado en Windsor donde pasó a trabajar de petisero a polista o piloto, una suerte de coordinador de un equipo que pertenece a un millonario magnate alemán. Hace dos años que viaja a trabajar con su hijo Matías, quien sigue sus pasos a nivel laboral, anterior a eso, debía pasar casi medio año lejos de su familia. Próximamente está por sumarse Tomás a los viajes laborales. En Inglaterra, se instala “… muy cerca del castillo, viste…” como él suele decir, refiriéndose por supuesto, a la Residencia de la Familia Real de Gran Bretaña. Su vida dentro y fuera del país, fue de mucho sacrificio y amor principalmente por dos cosas: el deporte y los caballos. Gran persona y gran compañero de equipo. Fiel a las reglamentaciones y normativas. Su presencia dentro de la cancha y la presentación de sus animales provocan gran admiración.
CARACTERÍSTICAS DEL JUGADOR
La cualidad más distinguida es su gran amor por los caballos. Él considera que ellos son los protagonistas del deporte. Todo, por supuesto lo hace él, dedicando 12 hs diarias al entrenamiento y cuidado de sus animales. Y dice en algunas entrevistas que se le han hecho “… Aunque al jinete se le seguirá pidiendo aquello que se enseña de generación en generación: destreza, fuerza y virilidad.”
Su caballo preferido es “Dulce de Leche”, aunque recién el año que viene va a estar preparado para jugar óptimamente, acaba de cumplir 6 años.
La imagen y una conexión indescifrable con sus animales, todos fueron criados desde pequeños. Arrancan al tranco por casi un año y se les empieza a mostrar el Pato (pelota) para que le pierdan el miedo. Luego se les enseña a jugar.
Tiene una gran admiración que manifiesta en cada entrevista por 3 Jugadores: Dante Spinacci, Martín Salaberry y Nicolás Taberna (un contemporáneo). De todos aprendió algo aunque nunca se comparó con ninguno, quiere ser él mismo.
Su padre, él y su hijo mayor, han trabajado para La Guarida. Se siente la persona más afortunada del mundo, al poder trabajar de lo que le gusta y ama hacer. La mística artesanal que mamó desde chiquito, muy pocos jugadores pueden llevarla a cabo. Aún recuerda las noches cuando dormía entre los cojines a cielo abierto esperando que arranque la jornada de competencia.
Humildad, dedicación exhaustiva, caballerosidad en el juego, mucho esfuerzo y sacrificio hacen de Ariel nuestro postulante y merecedor del Premio Islas Malvinas.